El Perdón ¿A quíen beneficia más?

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El Perdón

Es y debe ser un aspecto primordial en toda persona, ya que en nuestras relaciones humanas, siempre habrá por una u otra forma, algún disgusto, desazón, incomodidad, ofensa, malentendido, que sino se controla a tiempo, crecerá como crece una bola de nieve. Si no se deja de lado el aferrarse a las propias ideas o sentimientos, el orgullo, la vanidad, la soberbia y todo apego excesivo a las propias ideas, serán un obstáculo para toda buena relación y su consecuente paz, armonía, caridad y unidad.

Así por ejemplo, cuantas veces en el hogar por una discusión tonta, le quitamos la palabra a nuestro cónyuge, así pasa 1 día, 2 días o más tiempo y después cuesta, es mucho más difícil, pedirle perdón, hubiera sido más fácil si lo hubiéramos hecho en el mismo momento en que surgió la ofensa, esto costará más si la persona es orgullosa o cree tener la razón; si la persona se aferra a estas conductas, entonces el pedir perdón o por lo menos disculpas se hará mas complicado. Son en estas situaciones, donde ambas personas se dañan y podríamos decir se daña más aquella persona que es orgullosa, cree tener la razón o simplemente no quiere perdonar, esta persona estará poniendo un peso o una carga en su corazón, la cual no le permitirá ser libre.

Por ello la persona que perdona primero experimenta un cambio interior, una liberación que le hace sentirse mejor, es el comienzo de la sanación interior y la cual muchas veces repercute en la misma salud de la persona, si en la salud, muchas de nuestras enfermedades son generadas por resentimientos, odios, rencores, los cuales afectan nuestro correcto funcionamiento. Recordemos que somos una unidad, cuerpo, alma y espíritu. Si nuestra alma, que son nuestros sentimientos y emociones, están mal, afectarán a nuestro cuerpo. Son muchos los testimonios de personas que al perdonar la ofensa, la cual la llevaron por algún tiempo, de pronto al perdonar experimentaron esa liberación interior y su vez recobraron la salud del cuerpo.

De igual modo es muy sabio, el perdonar primero, así la otra persona no quiera aceptarlo, el hecho de perdonarla, así sea que esta persona sea la que ofendió primero, el sólo hecho de perdonarla, será la llave que habrá el candado de la liberación, esto repercutirá directamente en nuestra felicidad, esto es algo que todos deberíamos poner en práctica y no irnos a dormir o mejor dicho, no debemos esperar a que termine el día, sin antes perdonar y poder así sentirnos libres.

Existen varios niveles de perdón, muchas de las veces es con otras personas, pero muchas veces somos nosotros mismos los propios causantes de odios y rencores, no nos perdonamos el hecho de haber o no haber hecho tal o cual cosa, no nos perdonamos el hecho de haber tomado tal decisión o cometer un acto determinado; somos nosotros los que no nos perdonamos a nosotros mismos. A causa de ello muchas personas viven frustradas, sin esperanza, quejándose de todo lo que viven, cuando en realidad solo necesitan un tiempo para examinar lo pasado, darse cuenta y enmendar en la media de lo posible lo sucedido, sacar fuerzas y marchar hacia delante, lo que no se puede cambiar, habrá que dejarlo allí, nadie conscientemente golpe su cabeza contra la pared, lo que no se puede cambiar allí se deja y con la ayuda de Dios, habrá otras situaciones y momentos los cuales me permitirán reconstruir lo sucedido y lograr cosas positivas que me permitirán estar en equilibrio conmigo mismo y con los demás.

Dejemos por tanto que la liberación entre en nosotros, permitámonos gozar de la vida en plenitud, sin ataduras y en paz, seamos agentes que ayudan a otros a liberarse y con la ayuda de Dios, hagamos que nuestras familias sean cunas donde el perdón florezca de nuestros labios, que la paz y armonía reine así en muchos hogares y se transmita a la sociedad. Seamos constructores de nueva cultura que nos haga mejores personas a ejemplo de nuestro Dios y Salvador, Jesús.

Recomendación ver videos: el perdón

Audio: Sanación interior

Lecturas de la palabra: Filipenses 2,3

Pensamiento de Padre Pio: Debes tener cuidado de no pelear ni competir con nadie. Si en cambio lo haces, despídete de la paz y de la caridad. El excesivo apego a tus propias opiniones invariablemente es la fuente y el comienzo de la discordia. También debes estar atento a no caer en la vanidad, que es el vicio muy común en las personas devotas, ella nos conduce sin que nos demos cuenta, a sentirnos superiores a los demás. Por último, procuremos dar prioridad a lo que beneficia a los demás y no a lo que creemos que es ventajoso para nosotros.